Rentabilidad histórica (en €)
2019: +30,2%
2020: +41,8%
2021: +47,4%
2022: -29,9%
2023 YTD - Q3: +22,5%
Que no te engañen mis rentabilidades de los últimos años. Mi objetivo principal continúa siendo proteger el poder adquisitivo de mi familia (más todavía desde que soy padre). Preservar el patrimonio familiar, que yo contemplo como un activo irremplazable, depende de las decisiones que tome; decisiones que tomaré siempre pensando en cuánto puedo llegar a perder si me equivoco y no en cuánto puedo ganar si estoy en lo cierto. Para poder aumentar mi patrimonio, primero debo proteger lo que ya tengo y no distraerme con lo que podría llegar a tener.
El entorno actual sigue marcado por la incertidumbre; un periodo en el que no hay falta de riesgos potenciales, pero tampoco de oportunidades. La FED sigue con su plan de bajar la inflación cueste lo que cueste y la subida de tipos de interés continúa influyendo en los precios de los activos y en el comportamiento del consumidor, que es más cauto de lo que solía. Por supuesto que leo la prensa y estoy al tanto de las noticias sobre la economía, solo que decido no malgastar el tiempo en intentar predecir qué es lo próximo que sucederá. En cualquier caso, evito tomar decisiones en función de lo que piense el consenso de analistas o de aquellos que se hacen llamar expertos macroeconómicos porque, al fin y al cabo, el secreto está en darse cuenta de que nadie sabe nada. La única garantía que existe para aquellos que pretenden invertir durante varias décadas más es que alguna recesión acabará llegando, pero nadie sabe cuándo. Ya lo decía el físico danés Niels Bohr: “Es difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro”.
No pierdo un segundo en intentar predecir las turbulencias del mercado o en intentar reducir la volatilidad de la cartera. Me siento cómodo sabiendo que puedo prepararme, pero que no tengo control sobre cuándo vendrá ese momento que tanto temen algunos inversores. Confío en mi proceso de inversión aún sabiendo que la calidad no se puede medir en días, semanas, meses o incluso un par de años. Invierto con el ojo puesto en los próximos diez años porque creo que es ahí donde menos atención se presta y donde más oportunidades se pueden encontrar. No encontrarás una conferencia trimestral de resultados de una empresa medianamente grande en la que no se le pregunte al equipo gestor sobre las estimaciones de ventas y beneficios del próximo trimestre.
Mis objetivos para el próximo trimestre (en caso de que alguien también me lo pregunte) son los mismos que para la próxima década:
Evitar cometer grandes errores que puedan comprometer el patrimonio de mi familia.
Continuar leyendo y estudiando sobre diferentes negocios, industrias y culturas corporativas.
Seleccionar solo negocios que prioricen la resiliencia y la creación de valor por encima del crecimiento a toda costa.
Con evitar cometer grandes errores quiero decir que intentaré reducir el ratio de errores no forzados, pero no vamos a engañar a nadie: un buen inversor se hace, no se nace. Un inversor que prospera no llega hasta donde llega sin cicatrices. Mi cartera está conformada por 30 empresas cuidadosamente seleccionadas que equilibran resiliencia, fuertes ventajas competitivas y capacidad de reinversión, pero llegar hasta aquí no ha sido fácil. También he de decir que aún sabiendo que estoy cómodo con la cartera que tengo, habré fracasado si pasan los años y no sigo aprendiendo cosas nuevas. Tengo claro que un inversor mejora o empeora cada día que pasa, pero no permanece igual. La cuestión es qué dirección acaba tomando. Me gusta mucho una cita de Chuck Akre en la que dice: “El buen juicio nace de la experiencia, y la experiencia nace del mal juicio. Cada día es un proceso de aprendizaje.”
Puede que la cartera tenga menor rotación de ahora en adelante, con alguna que otra compra y venta puntual, pero eso no quiere decir que no esté haciendo nada el resto del tiempo. Para conseguir ser extremadamente paciente con mis inversiones necesito ser extremadamente activo con el resto de mi tiempo de trabajo. Leer y plasmar mis reflexiones en el blog acerca de negocios diversos me permite ampliar mi círculo de competencia. Me ayuda a reconocer patrones comunes para descartar con más seguridad nuevas ideas de inversión y, de la misma manera, me ayuda también a apreciar más las empresas de las que soy accionista.
Seleccionar solo negocios que prioricen la resiliencia y la creación de valor a largo plazo por encima de crecer por crecer es fundamental si uno pretende invertir y no acabar especulando, indirectamente. Casi la mitad de las empresas de mi cartera acumulan más de 60 años de historia y una cuarta parte tienen más de 100. No es que este sea un filtro per se que yo tenga para poder invertir en una empresa (de hecho, soy accionista de empresas de relativa reciente fundación), pero sí creo que es dato relevante al que para nada se le da la importancia que merece. Cuanto más perdure algo es más probable que continúe haciéndolo. Un negocio con dos años de vida es probable que dure otros dos. Un negocio con 100 años de historia es muy probable que continúe forjando su legado otro siglo. Solo las empresas que carezcan de miopía financiera, aquellas que ignoren los cantos de sirena que les animan a intentar batir las expectativas de los analistas para los próximos trimestres, lo harán bien a largo plazo.
Este trimestre ha sido especialmente tranquilo en cuanto a cambios en mi cartera se refiere. En un mundo en el que parece que todo va muy deprisa y que te estás perdiendo algo si no compras o vendes, nos olvidamos de que el dinero se hace siendo paciente. Quien hace dinero comprando y vendiendo no eres tú, es tu broker. Las buenas inversiones, como las cosas buenas en la vida, necesitan tiempo.
Planeo hacer esto indefinidamente. Todas las decisiones que tomo las hago con la vista puesta en preservar y hacer crecer el patrimonio de mi familia (por ese orden), y no en obtener ganancias rápidas. Por simple que pueda parecer, pienso que crear valor pasa primero por no destruirlo.