La industria de videojuegos se ha convertido, sin hacer mucho ruido, en el segmento de entretenimiento más grande del mundo. Según el último informe de Accenture, existen 2.700 millones de jugadores en todo el planeta y se estima que la industria tiene un valor directo de más de 200.000 millones de dólares, una cifra muy superior a lo que mueven el negocio de la música y el cine juntos. Mientras Disney recaudó cerca de 250 millones de dólares en el primer fin de semana del estreno de “Star Wars: El despertar de la fuerza”, Activision recaudó 800 millones en tan solo tres días tras el lanzamiento de “Call of Duty: Modern Warfare II”. Si bien todos sabemos que Avatar fue la película que más dinero recaudó en toda la historia del cine, con 2.900 millones de dólares, no mucha gente sabrá que RockStar Games lleva recaudados casi 8.000 millones de dólares con la franquicia GTA desde el lanzamiento del GTA V en 2013.
La industria ha experimentado una transformación radical en la última década y ha cambiado la manera en la que las personas disfrutan de los juegos. La aparición del juego en línea, el streaming y los e-sports han sido determinantes para transformar lo que era un entretenimiento individual y aislado en uno colectivo y masivo. En los próximos años, se espera que la industria logre un crecimiento del 8-9% anual compuesto gracias fundamentalmente a una mayor adopción de los smartphones en países emergentes, al reciente lanzamiento de las consolas de última generación (que permitirán desarrollar juegos más complejos y de mejor definición gráfica), y también a las nuevas formas de disfrutar los juegos a través de la realidad virtual y la realidad aumentada.
Sin embargo, es importante tener presente que conseguir retornos sobresalientes a largo plazo invirtiendo en estudios de desarrollo de videojuegos cotizados es más complejo de lo que de primeras pueda parecer. Algunos inversores pueden sentirse atraídos por las perspectivas de crecimiento o por ser jugadores habituales, lo que les lleva a pensar que tienen un mayor control sobre el desenlace de sus inversiones porque, al fin y al cabo, están más al corriente de las novedades. Generalmente se infravaloran los riesgos. Los inversores no deben pasar por alto que hay muy pocas industrias en las que no cumplir con las expectativas del cliente pueda suponer cero ganancias en una inversión de cientos de millones de dólares. Las primeras 24 horas del lanzamiento de un juego pueden ser suficientes para acabar con cinco años de trabajo de desarrollo o, lo que es todavía peor, la reputación del estudio. Que se lo pregunten a CD Projekt, quien protagonizó uno de los mayores fracasos de la historia después de invertir más de 200 millones de dólares en desarrollar el Cyberpunk 2077.
El cliente de la industria del videojuego es muy exigente y suele tomárselo como algo personal cuando una empresa no logra aprovechar al máximo su propiedad intelectual. Los estudios de desarrollo tienen un trabajo muy complicado porque tienen que saber encontrar un equilibrio entre quedarse cortos al promocionar el juego y crear demasiadas expectativas. Por si fuera poco, un estudio tampoco tiene garantías de que tras el éxito de un lanzamiento el siguiente vaya a correr la misma suerte (CD Projekt había conseguido vender más de 40 millones de copias con The Witcher 3, el lanzamiento anterior a Cyberpunk 2077). No sorprende (al menos a mi) que Electronic Arts, Ubisoft, Take-Two Interactive, Activision Blizzard, Nintendo o Embracer, los principales estudios de desarrollo más grandes del mundo, lo hayan hecho peor que el S&P 500 en los últimos cinco años, precisamente el período dorado de la industria de los videojuegos.
Una estrategia de inversión que puede tener bastante sentido para beneficiarse indirectamente de los vientos de cola de la industria es invertir a través de Keywords Studios (KWS). KWS posee la tecnología subyacente y los recursos humanos necesarios para ayudar a los estudios con el desarrollo de los videojuegos, pero a su vez tiene una exposición mínima al éxito o fracaso de los títulos individuales. ¿Cómo es posible? KWS opera en un nicho dentro de la industria de los videojuegos que ha crecido y se espera que continúe creciendo por encima de la media. Básicamente, es un proveedor internacional de servicios técnicos y creativos que proporciona soluciones de marketing, diseño, desarrollo, testing, localización, audio o soporte para jugadores en más de 50 idiomas, a través de 16 plataformas (consolas, RA/RV, móvil, etc) y para más de 950 estudios en todo el mundo. Los ingresos de KWS consisten en tarifas fijas por los servicios prestados que los clientes abonan mes a mes (los requerimientos de capital circulante de la empresa son mínimos), y no existen acuerdos de repartos de ingresos en función del éxito del lanzamiento del título.
KWS es un proveedor crítico en el proceso de desarrollo de un videojuego porque resuelve de alguna manera el dilema que siempre han tenido los estudios. El ambiente de trabajo en algunos estudios puede no ser demasiado agradable en momentos puntuales debido a la enorme presión que supone tener que cumplir con las fechas límite de producción pero, sobre todo, siempre han sido entornos difíciles porque los trabajadores son conscientes de que un gran porcentaje serán despedidos una vez finalice el desarrollo del juego. Los estudios suelen recibir presiones públicas, sindicales y de algunos gobiernos por estas prácticas y es bastante frecuente ver titulares que se hagan eco del problema.
En cierta manera, KWS soluciona este problema (entre otros varios de los que hablaré más adelante). La empresa ha sabido explotar en solitario su nicho de mercado y no sorprende que las acciones se hayan multiplicado por casi 18 desde su salida a bolsa en 2013. En poco más de una década, KWS ha pasado de unos ingresos de 16,2 millones a 690 millones de euros (45,5% CAGR) y un FCF de 1,8 millones a 46 millones de euros (38,5% CAGR).