Si me preguntas por dos industrias que tenga la certeza de que vayan a seguir existiendo lo que queda de siglo, creo que lo tengo bastante claro. Pueden no ser emocionantes, pero las industrias de la pintura (link) y de la gestión de residuos tienen y seguirán teniendo un papel fundamental en nuestras sociedades. Se espera que ambas continúen creciendo a un ritmo parecido al del PIB. Más concretamente, en el caso de la industria de gestión de residuos (que es en la que me quiero centrar hoy), el Banco Mundial estima que la generación global de desechos se incrementará en un 70% hasta 2050.
Seamos honestos, no son para nada buenas noticias, pero alguien tiene que gestionarlo y por lo tanto se acabará beneficiando de ello. Waste Connections (WCN) es la tercera empresa de gestión de residuos sólidos más grande de Norteamérica. Sus servicios en 43 estados de EE. UU. y 6 provincias de Canadá abarcan desde la recogida, transporte y eliminación de residuos no peligrosos, hasta la recuperación de materiales y recursos, principalmente a través del reciclaje y la generación de combustibles renovables. La empresa se fundó en 1997, pero las raíces de la industria moderna de gestión de residuos en Norteamérica datan de bastante antes y, aunque a juzgar por las valoraciones actuales, el mercado las considera inversiones “defensivas” (Waste Management, Republic Services y Waste Connections cotizan a 20, 21 y 27 veces EBIT respectivamente), esto no siempre ha sido así.
La industria de gestión de residuos moderna comenzó con la salida a bolsa de Waste Management (WM) en 1971. Su estrategia desde el principio fue consolidar un mercado fragmentado que por aquel entonces no contaba con un claro líder nacional. Con el capital recaudado en su IPO, WM adquirió hasta 75 negocios de gestión de residuos por todo el país en tan solo 18 meses. Entre 1971 y 1979, los ingresos de la empresa crecieron a un 48% anual compuesto hasta alcanzar los casi 400 millones de dólares. En tan solo 12 años, WM había multiplicado sus ingresos por 80 (en 1968, cuando se fundó, los ingresos eran de apenas 5 millones de dólares). En 1982, los ingresos alcanzarían los 1.000 millones de dólares y en 1985, WM superaría la cifra de los 2.000 millones de dólares. No resulta sorprendente que, cuando un equipo gestor se centra en crecer por el simple hecho de que la empresa sea más grande, se acaben tomando algunas decisiones desacertadas en materia de gestión de capital. WM no fue una excepción. El equipo gestor no acabó de integrar del todo bien algunas adquisiciones, se introdujeron en nuevas líneas de negocios adyacentes con malos unit economics y aumentaron su presencia en países con marcos regulatorios deficientes.
Al reto por alcanzar una rentabilidad óptima, WM sumó otro importante. Otras empresas de gestión de residuos que fueron testigo de su éxito replicaron su hoja de ruta. La competencia por conseguir nuevos acuerdos era cada vez mayor y los analistas empezaron a poner en cuestión la historia de crecimiento de WM. Si el ritmo de crecimiento aminoraba, el precio de las acciones caería con fuerza y eso, para un consolidador en serie que utiliza sus propias acciones como moneda de cambio para financiar nuevas adquisiciones, se convierte en círculo vicioso del que es complicado salir.
Durante los ejercicios fiscales de entre 1992 y 1996, el equipo gestor de WM, incapaz de mantener el ritmo de crecimiento, intentó remediarlo maximizando los EPS de una manera “poco ética”. WM había logrado temporalmente inflar los beneficios operativos al no contabilizar costes operativos de algunos de sus vertederos, inflar las reservas en conexión con algunas adquisiciones y otras técnicas comunes de manipulación contable. En 1998 el fraude salió a la luz y en 2002 la SEC alegó que el equipo gestor había inflado los beneficios en más de 1.700 millones de dólares. El sector había llamado tanto la atención (para mal) que las grandes empresas de gestión de residuos se desprendieron de todas las líneas de negocio no rentables y también de sus operaciones internacionales para centrarse en Norteamérica.
La industria tardó en recuperar la confianza de los inversores. Al fin y al cabo, y aunque ahora muchas de las empresas que la constituyen están disfrutando de su época dorada por los vientos de cola del movimiento ESG, el negocio siempre será poco glamuroso. La industria ha cambiado significativamente en las últimas dos décadas, pero los residuos, el producto principal de WCN, siguen teniendo un valor negativo para sus clientes: les cuesta dinero gestionarlos de una manera segura y que no dañe el medioambiente. La regulación medioambiental ha ido incrementando el coste de dicha gestión y algunas empresas ven en ello un aliciente para gestionar sus residuos de forma ilegal y reducir así el coste que supone. No resulta sorprendente que de vez en cuando la justicia sancione a empresas locales que se saltan las reglas o que incluso destape el vínculo de alguna de ellas con el crimen organizado.
“Al hacer valer y hacer cumplir los supuestos "derechos de propiedad" sobre las rutas de recogida de basura, los miembros de la empresa excluyeron a cualquier competidor que pudiera ofrecer precios más bajos o un mejor servicio, imponiendo de hecho un impuesto criminal a las empresas y comunidades.” Fuente: link